ELN y terrorismo

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Por: José Obdulio Espejo Muñoz

Cuando todo indica que el atentado de ayer con carro bomba contra la escuela General Santander es autoría del ELN, conviene tratar de entender el porqué de este demencial acto.

El terrorismo ha sido el método predilecto de los elenos para mostrarle a Colombia y al mundo que su grupo aún está vivito y coleando. De hecho, es quizás su táctica más efectiva a la hora de efectuar un balance favorable, si así se le puede decir, acerca de sus reales capacidades en el terreno de lo bélico.

Se puede afirmar que esta práctica condenada formalmente por las naciones civilizadas del planeta, le ha traído réditos en el plano doméstico, mas no así en el ámbito internacional, pues hoy esta organización ocupa un sitial de privilegio en el podio de las organizaciones más sanguinarias del planeta. Está a la par del Estado Islámico, Al Quaeda y Boko Haram, entre otras.

Pero, ¿por qué su causa está mediada por el terrorismo? Tradicionalmente se ha definido el terrorismo como: “dominación por el terror” o una “sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror, psicológico o físico, a la contraparte o a la población civil”.  A la sazón, el terrorismo actúa cual patente de corso para justificar las pretensiones de quien lo utiliza como método de lucha.

El modus operandi del terrorismo es variado. El abanico de posibilidades incluye entre otros: ataques armados directos, uso indiscriminado de explosivos, asesinatos selectivos, asesinatos suicidas, toma de rehenes, ejecuciones sumarias, ocupación a la fuerza de espacios públicos y, el más moderno, los ataques cibernéticos.

Visto así, el ELN ha privilegiado los ataques con explosivos contra la infraestructura económica de Colombia y, cuando las circunstancias se lo permiten, a unidades fijas y móviles de la Fuerza Pública que, en algunos casos, presentan algún grado de indisciplina operacional.

En este orden de ideas, conviene señalar que el diccionario de la Real Academia Española, en el avance de su vigésima tercera edición, incluye una tercera acepción que bien podría caberle al ELN como anillo al dedo en esta coyuntura, cuando define el término terrorismo como: “Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretender crear alarma social con fines políticos”.

Detengámonos en el contenido de esta última definición. Crear “alarma social con fines políticos” explica a mi juicio el reciente accionar del ELN en el país, en especial después de que el gobierno Duque suspendiera la mesa de conversaciones de paz que venía sesionando con muchos altibajos, primero en Quito, Ecuador, y luego en La Habana, Cuba.

La necesidad de mostrarse fuertes, así como el imperativo de presionar al Gobierno para que reanude los diálogos sin cuestionar sus inamovibles −verbo y gracia, el secuestro como fuente de financiación de su aparato armado, logístico y político−, hace parte de esos “fines políticos” de los elenos. Aclaro, no es el único fin que buscan, pero sí el más significativo.

Era entonces previsible el suponer que el ELN intensificaría sus acciones de fuerza, concentrando sus mayores esfuerzos en los actos de terrorismo y en el secuestro de civiles −eufemismo utilizado en Colombia para no referirse al crimen internacional de toma de rehenes−, como quiera que su lógica les lleva a pensar que así pueden ejercer una mayor presión sobre el Gobierno.

Nada nuevo en su perverso imaginario. Por eso no es de extrañar que el terrorista se hubiera inmolado al verse descubierto. Un hecho sin precedentes en el terrorismo doméstico, pero que encuentra explicación en el juramento eleno: “Ni un paso atrás, liberación o muerte”.

Pero la lógica no opera siempre como se intuye. En vez de mostrarse débil, el Gobierno ha mantenido su postura firme de no reanudar las conversaciones mientras el ELN tenga rehenes en su poder −léase secuestrados−.

De contera, el execrable atentado con carro bomba de ayer debería cerrar de plano cualquier posibilidad de diálogos. Eso exige el dolor de patria, toda vez que indignación es el adjetivo que califica lo ocurrido ayer en Bogotá.

Aquí, el fin jamás justificará los medios, por lo que se puede colegir, entonces, que a los elenos les ha salido el tiro por la culata. ¡Mano dura!, debe ser la consigna nacional, presidente Duque.

 

https://lasillavacia.com/silla-llena/red-de-la-paz/historia/eln-y-terrorismo-69606

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