Juan Sebastián Elcano El Marino de Guetaria

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(Quien inspiro a miles de marinos en el mundo)

Estableció el máximo hito en la historia de la navegación

Por: Capitán de Navío (RA) MARIO RUBIANOGROOT ROMAN.

El seis de septiembre de hace media centuria Juan Sebastián Elcano, aferraba de lo que quedaba del velamen y arrojaba el ancla de la única nave de la Armada del Moluco, “La Victoria”, tras completar la primera vuelta al mundo, después de haber recorrido 14.460 leguas (69.813 kilómetros); el mundo, como dijo don Joaquín de Aristegui Laborde, embajador de España en Colombia, en entrevista publicada en el periódico El Tiempo, el 5 de septiembre del 2022, ya nunca sería el mismo, a partir de ese momento.

Antes de entrar de lleno en esta Odisea de Juan Sebastián Elcano, nuevamente cito las palabras del Embajador, como que “…. el nuevo mundo, si, alumbrado definitivamente en el siglo XVI en tres momentos capitales para la historia de las civilizaciones globales: los viajes colombinos (1492-1504); la circunnavegación de la tierra de Magallanes-Elcano (1519-1522); y la ruta del tornaviaje o viaje de regreso de Asia a América, de Andrés de Urdaneta (1565)”.

Tres empresas españolas, tres hitos de la Corona hispánica, que alcanzaron el cenit de la era ibérica de las grandes exploraciones, tras la cual quedó definitivamente consolidado el orbe, tal y como lo entendemos hoy.

Personalmente tuve la gran oportunidad de investigar hasta la saciedad y afortunadamente publicar los grandes capítulos de esta Expedición, que yo la titulé “Fatal”, pues inician mas o menos doscientos cuarenta hombres, para llegar de vuelta solo diez y ocho de ellos. La revista virtual “La Cyber Corredera” de la ARC y el periódico digital “Kien y Ke”, son los testigos de dicho trabajo, hace mas o menos un año.

Todo empieza con una introducción, indicando que por mi mismo fui testigo de esos mares, que navegué las mismas latitudes y acaricie las misma longitudes, frecuenté los mares tormentosos y atorbellinados, y conocí los “Cuarenta Bramadores” y los “Cincuenta Chillones”; mencioné los protagonistas, el Tratado de Tordesillas y el mapa geopolítico del momento y como se navegaba en esas épocas, Describí la “Pierna Inaugural”, buscando un atajo en el Atlántico Austral, con intento de motín, encontrar el Estrecho y navegarlo por mas de un mes, después viene el interminable mar del Sur y el arribo a las Filipinas, la muerte del líder Magallanes en la isla de Mactán, el derrotero a las Molucas, objetivo de la Empresa, y finalmente la Victoria de Juan Sebastián Elcano.

De tal forma que levemos anclas, larguemos trapos y soltemos las amarras sencillas, con el fin de iniciar este relato…

Fernando de Magallanes, había ofrecido esta expedición al rey Manuel I de Portugal, quien a través de su secretario no lo aceptó y procedió a ofrecerlo al rey Carlos I de España, quien en ese momento gobernaba y finalmente estuvo de acuerdo; es de entender que la “Vuelta al Mundo” no formaba parte del plan. La idea original era encontrar un paso hacia los mares del Sur, ya descubierto en 1513 por vasco Núñez de Balboa y dirigirse a las llamadas islas de la Especiería o Molucas, donde se producían las muy cotizadas especias que era conocidas como el oro en polvo comestible.

Portugal ya había descubierto la “Ruta de las Especias” pasando por el Cabo de las Tormentas o de la Buena Esperanza, con esos grandes navegantes como Bartolomé Díaz y Vasco de Gama y llegaron a la India y negociaban con las Especias y otras mercancías.

De remate y después de miles de discusiones se estableció el “Tratado de Tordesillas”, donde se repartió las zonas de navegación y conquista del océano Atlántico y del nuevo mundo mediante una línea situada a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde; mejor dicho, al Este de la línea era para España y el Oeste de Portugal. La parte complicada era el antimeridiano que se supone que es 150º E, pero difícil en la practica, por cuanto no era posible medir la longitud, sino de manera estimada.

Los protagonistas, sin ir mas allá de las profundidades son: Carlos I de España, quien autoriza el viaje a regañadientes de sus asesores; Fernando de Magallanes, quien es el Capitán General de la Expedición; Ruy Faleiro, quien seria el segundo de la Empresa, pero por enfermedad se desembarca y lo reemplaza Juan de Cartagena nombrado “Conjunta persona y veedor general” y además capitán de la “San Antonio”; Cristóbal de Haro, de ascendencia sefardita, financista, prestamista y mercader, quien patrocinó el viaje con mas o menos un 25% del presupuesto;

Juan Sebastián Elcano, maestre la nao “Concepción”, marinero reconocido, hombre de acerado temple y “lobo de mar”, quien había poseído un barco trabajando para la corona española, dineros que nunca le pagaron y al final tuvo que vender su nave a los saboyanos para pagar a la tripulación y eso lo hizo candidato a la cárcel por delito de traición y que a la larga tuvo que integrarse a la marinería de la Armada del Moluco, dando de esa manera un “esquinazo” a las autoridades que lo buscaban; y por ultimo Antonio Pigafetta, italiano y cronista; lenguaraz lo denominan y quien dejo el testimonio escrito de toda la navegación y que por fortuna estuvo embarcado en la “Trinidad”, la cual nunca regresó y que cuando se decidió su suerte se embarca en la “Victoria”, que fue la única en completar el periplo.

Sus escritos están llenos de eventos que realmente ocurrieron y hay otros que describen cosas increíbles, como lo relataba nuestro nobel Gabriel García Márquez en su discurso cuando gana el premio “Nobel”, ante la Academia Sueca.

De tal manera que la Armada del Moluco, está conformada por cinco naos, la “Trinidad”, la “San Antonio”, la “Concepción”, la “Victoria” y la “Santiago”, zarparon el 10 de agosto de 1519, por separado a lo largo del rio Guadalquivir para reunirse nuevamente en San Lucar de Barrameda, donde permanecen hasta el 20 de septiembre, según Pigafetta.

Es altamente posible que este retraso obedezca a una estrategia de Magallanes para despistar a los portugueses, de quienes sabia que podrían estar esperando a los expedicionarios para apresarlos y abortar la misión, o bien que faltara por embarcar a Juan de Cartagena como capitán de la “San Antonio” (ya lo dijimos), quien llegó “en postas”; es sabido que eso de “Conjunta persona” no es mas que un apelativo simbólico para señalar que se trata de una empresa castellana, porque Cartagena no tiene experiencia alguna en el arduo oficio de la navegación.

Su único merito y principal cualificación es ser sobrino del arzobispo Fonseca de Burgos, el principal confesor del rey Carlos I y que a la larga tenia poder e influencia marcada. Hoy día lo llamamos “Palancas”.

Al amanecer, aprovechando una ráfaga de viento propicio que hincha las lonas (velamen) zarpan las cinco naves y se despiden con una descarga de artillería. En el muelle queda una multitud haciendo señas insistentemente hasta que se disipan en el horizonte. De manera tal que salen de Sanlúcar 237 hombres, oficiales, marineros y soldados, especialistas en diversos oficios, grumetes, pajes y criados. Alcanzan Santa Cruz de Tenerife en seis días. Cargan resina necesaria para calafatear las naves, leña y algunos víveres; se dice que bajan tres hombres y suben seis como tripulantes. Allí reciben la noticia de que la Armada de Portugal había pasado adelante navegando hacia la India, lo que confirma que recelaban los movimientos de Castilla.

El primero de octubre por la noche levan anclas de nuevo y “Viento a un Largo” y lanzan rápidamente a las cinco naos hacia el mar abierto y poco conocido. Los marinos ocupan sus puestos en el estrecho espacio de las embarcaciones, tanto trabajando como descansando permanecen amontonados entre cajas, bultos, sacos o velas, expuestos al frio, al calor y a la humedad. No hay privacidad. Una sensación de navegar hacia la inmortalidad es compartida por las tripulaciones.

Van hacia donde nadie se le ha ocurrido ir. Todas las ordenes se proferían a gritos, sin posibilidad de discusión alguna, en una mezcolanza de idiomas porque surtida era la tripulación, palabras en portugués y verbos en italiano, imprecaciones en alemán, suspiros en griego. Pero, así y todo, se entendían unos a otros sin mayor dificultad, porque les iba la vida hacerlo y con el esfuerzo de sus brazos y el tesón de sus voluntades se hizo la ruta hacia las indias occidentales (R. Marin)

Juan de Cartagena, “Conjunta Persona” y capitán de la “San Antonio”, bastante molesto pues Magallanes, además de no compartir el mando, no le consultaba los cambios de rumbos, va a discutirle y Magallanes “lo para en seco” diciéndole que revise las capitulaciones donde el tiene el mando absoluto de esa Armada. En una segunda oportunidad Cartagena va a increparlo por una novedad y el Capitán General, que quiere cortarlo por lo sano, lo agarra de las chorreras de la camisa y le dice en tres palabras: “Daos por preso” y efectivamente lo ponen en el cepo. Así era en ese entonces.

Llegan a Rio de Enero (Janeiro en portugués), bajan hasta Monte Vidis (hoy Montevideo) y después San Julián donde se amotinaron y en la cual participan además de los capitanes Gaspar de Quesada, Luis de Mendoza y Juan de Cartagena (liberado), nuestro personaje Juan Sebastián Elcano; Magallanes consigue neutralizar el complot, ayudado por su leal piloto Gonzalo Gómez de Espinosa y finalmente después de dar muerte a los dos primeros, condena a ser desterrado a su suerte al veedor real. A Elcano y otros 40 sublevados los degrada, pues entiende que necesita brazos para la navegación que se aproxima. Repito, así era en ese entonces.

Días después se produce otro importante suceso: la nao “Santiago” al mando de Juan Serrano, había sido enviada a explorar algo mas al Sur, mientras los demás permanecían en el Puerto de San Julián. Una fuerte tormenta, para mi son los “Pamperos”, hace que encalle, perdiéndose la nave, pero a la postre salvaron materiales y víveres.

El 21 de octubre de 1520, mas de un año después de salir de España, descubren Cabo Vírgenes (hoy Punta Dungenes), que es la entrada al Estrecho por el Atlántico. Cito las palabras de Stephan Sweigh de lo que dijo Magallanes, seguramente copiado de Pigafetta: “Iniciada la navegación ese día, entramos en el deseado estrecho, al que llamé de <Todos los Santos>… la ruta es intricada y el alma se turba y teniendo por única compañía el salvaje himno incomprensible del viento que zumba y chilla, entre los cerros”.

La navegación en el estrecho resulta harto complicada y el Capitán General, envía de avanzadilla a la “San Antonio” y a la “Concepción”. La primera puso proa a España, pero antes pasó por el Puerto de San Julián, a verificar si podía salvar a Juan de Cartagena. Nadie había y solo la cruz que habían sembrado a manera de faro. Ya no quedan sino tres naves: la “Trinidad”, la “Concepción” y la “Victoria”.

Gonzalo Gómez de Espinosa arma el esquife mayor de la “Trinidad” y parte con el barbero de la “Concepción” Hernando Bustamante, el lombardero flamenco Roldan de Argote y el marino sevillano Alonso Bocacio a inspeccionar el estrecho hacia el norte de la bahía de las sardinas (abundante pesca).

– Que Dios los acompañe — los despiden sus compañeros. Los cuatro hombres reman un día entero hasta que comienza a oscurecer sin encontrar la salida del laberinto. Bajan a tierra en una bahía en que se ven vestigios humanos: una choza abandonada, sepultura de los restos de una ballena muerta y mas atrás escondida en el bosque, una canoa grande en la que caben muchas personas. La estudian y se asombran por la ingeniería.

—Con esta chalana se pueden navegar grandes distancias – opina Gómez y es señal de que el mar del Sur puede estar próximo. Pasan la noche en el bohío y continúan bogando cuando despunta el sol. A medio día avistan una isla y en ella un cerro. Tres de ellos lo suben, menos Gómez, quien se queda en el esquife. La soledad del fin del mundo se hace extraña (P. Cerdá).

De repente un grito de jubilo que viene desde el cerro, lo despierta de sus pensamientos. El flamenco es el primero en avistar el mar abierto. Los tres hombres se devuelven corriendo al esquife. Reman al rio de las Sardinas, sin hacer pausas. La noticia hace caer de rodillas a Magallanes.

La travesía del estrecho, les tomo nada menos que 38 días y después de dudosas navegaciones en aguas oscuras, peligrosas y misteriosas, por fiordos, ensenadas, ríos y recaladas, salieron triunfalmente al océano que llamaran Pacifico el 27 de noviembre.

Juan Sebastián Elcano El Marino de Guetaria
Juan Sebastián Elcano El Marino de Guetaria

Quiero señalar aquí la palabras de Mauricio Obregón en su libro “De los Argonautas a los Astronautas” que a la letra dice: “Al estrecho lo bautizó de Todos los Santos, pero la posteridad esta vez le hizo justicia y le puso el nombre de su descubridor…. Así pasó la armada en silencio bajo la solemne cantata de verdes glaciales, negros acantilados y nevadas cumbres del estrecho occidental, el mas bello del mundo para Pigafetta – también para Obregón –. Y en la fecha indicada Fernando de Magallanes dobló el Cabo “Fermoso” o “Deseado” y desembocó en el mar del Sur, el lento ritmo de cuyas olas hablaban ya de distancias desconocidas”.

La travesía del Pacifico se inicia buscando ganar latitudes más cálidas, poniendo proa hacia el norte y noroeste, cometiendo error imperdonable de no avituallarse en lo que hoy día es Chile. Por fortuna la climatología les resulta propicia, con vientos constantes a favor y sin ninguna borrasca, lo que permite avanzar diariamente del orden de 70 leguas. Estas tres naves llevan ciento sesenta y siete europeos. Ahora del nuevo mundo descubierto por Colon es una línea alargada a estribor. Lo que hay allí es un enigma y así se quedará. Explicarlo será cosa de otros.

La belleza de los días se multiplicaba con la hermosura de las noches. El firmamento estaba despejado y sobre el mar en calma brillaban complacientes, como no las había visto nadie, un puñado de estrellas, concentradas como una nube de leche sobre un tapiz de terciopelo azul oscuro. Un mar que vigilaba desde las alturas una cruz de cinco luces dibujada en el cielo (La Cruz del Sur), esa constelación seria un día la “guía de los marinos del austro” (P. Cerdá). Mientras ellos avanzan el horizonte retrocede. El hambre azota y pasan las horas ensimismados, apáticos, medio despiertos, medio dormidos. Varios marineros se enferman de escorbuto constantemente y mueren. Sus cuerpos son lanzados al mar.

–¡Tierra a la vista! — grita el Velachero desde la cofa del trinquete de la Trinidad, Es el día 6 de marzo de 1521. Han pasado ciento diez días desde que entraron a los mares del sur. Nadie le cree porque no se ve tierra por ninguna parte. Lo ignoran. Al mediodía el piloto Albo mide la latitud: 12º Norte.

¡El vigía vuelve a gritar… — Tierra!, tierra! —pero no la ven. Magallanes promete regalarle cien ducados si es cierto y sube el mismo al carajo o cofa de la mayor. Entonces no le cabe duda… — ¡Tierra! ¡Bendita tierra! – grita. El Velachero Pedro Román recibe de Magallanes los cien ducados prometidos. Llegaron a la isla de los ladrones (actual archipiélago de las islas Marianas). Aquí empieza la navegación de ese rosario de islas grandes, medianas y pequeñas, hasta que llegan a Cebú. Frente a dicha isla esta Mactán con su rebelde jefe Silapu Lapu, donde Magallanes quiso cristianizar y es asesinado.

Tras la muerte de Magallanes su esclavo Enrique de Malaca, recibió no solo malos tratos de algunos de los oficiales y no le dieron la libertad prometida; resentido fue donde el rey Humabón de Cebú, con la versión que los europeos querían llevarlo preso. El rey le prestó oídos e invitó a los nuevos lideres a un banquete, donde fueron degollados 24 de ellos.

Juan Carvalho nuevo capitán, zarpa a toda carrera, pero en ese momento no quedan sino 117 hombres y la “Concepción” estaba muy averiada y haciendo agua, por lo tanto, fue quemada, pero antes sacando el material útil. Ya quedan dos naves que son la “Trinidad” con capitán Juan Carvalho y la “Victoria” con Gómez de Espinosa y la total tripulación repartida.

Por cerca de seis meses los europeos continúan navegando casi sin rumbo, en un paraíso ajeno de islas, que no aparece en ninguno de los mapas que llevan y fondeando en varias de ellas, en donde comerciando y pirateando, se proveían de alimentos. Ha comenzado la temporada de lluvias, de modo que el agua no les falta, pero el alimento escasea. Llegan a Mindanao, Palawan y allí tienen noticias de la riqueza de la cercana Brunei, en la isla de Borneo, donde acuden.

Reanudando el rumbo entre el cabo de Borneo y una isla que Pigafetta llama Sinbonbon, el 15 de agosto encontraron una ensenada apropiada para reparar las maltrechas naves. Cuarenta y dos días emplearon cortando arboles, aserrar la madera y poniendo en forma esos cascarones que les dieron para esa travesía, tan funesta que parecía no tenia fin. Antes de partir de esa bahía y fondeadero, los marineros, hartos de Juan Carvalho, convertido en pirata y secuestrador de mujeres, lo cambiaron por Gómez de Espinosa, capitán de la “Trinidad”, en tanto que Juan Sebastián Elcano pasó a comandar la “Victoria”.

Bajo esta nueva organización, el plan es claro: “buscarán sin demora las Molucas, y volverán a España cargados de especias”; de tal forma que el 19 de septiembre de 1521, dejan “Balambangan” con las velas completamente desplegadas, el viento en popa los arrastra de inmediato a buen ritmo. Pero no se puede hablar de viento propicio cuando no se sabe para donde van. Ese mismo día se topan con un junco en el que van diez hombres. Disparan sin herir a ninguno y los obligan a detenerse.

Uno de ellos habla castellano. Informan que entre ellos va el hijo mayor del rey de Palawan. Pigafetta quiere saber porqué habla castellano y el explica que fue uno de los miles de moriscos que siendo niño tuvo que abandonar España después del decreto de expulsión de 1492, firmado por los Reyes Católicos. –Serás nuestro traductor – exige Gómez de Espinosa. El moro informa a sus compañeros que los europeos exigen 400 medidas de arroz, 10 cerdos y otras tantas cabras, 150 gallinas a cambio de la vida del príncipe, quien se llama Tuan Mahmud. Los juncos regresan antes de una semana llevando no solo lo exigido, sino también bananas, cocos, caña de azúcar y varios cantaros llenos de vino de palma.

Toman pilotos-rehenes cambian de rumbo hacia sureste y los días siguen pasando y octubre se convirtió en noviembre…. – Moluco – dice el piloto moro, señalando las dos islas gemelas en el horizonte cada una con un cono montañoso perfecto, cubierto de bosques; estaban ya viendo los picos volcánicos de aquellas islas, las de la Especiería. El 6 de noviembre de 1521, echan anclas frente a la isla de Tidore, la del Clavo.

El sultán Al-Mansur fue a saludarlos a las naves, a ofrecerles sus respetos y a decirles que el había predicho su venturosa llegada y que ordenaría a sus súbditos proveerlos de cuanto desearan y que a sus naves les llevaran todas las especias que en su reino y en los reinos vecinos encontrasen: canela, clavo, jengibre, pimienta, nuez moscada, incienso, sándalo, almizcle y, para la pintura de los labios de las damas, el cinabrio.

Al-Mansur temiendo los estragos de las flotas de los Lusos, quiso convertirse en súbdito del rey don Carlos, un tanto a la manera en que Humabón (el de Cebú) había querido serlo, y hasta declaró que a partir de la llegada de los españoles tomaría su isla el nombre de Castilla (R. Marin). Empezaron a llenar las bodegas de las dos naos. Es de anotar que dejaron de lado la canela y forzaron la paciencia en busca de los botones de flor tan aromáticos, porque “vale mas una moneda de oro que dos de plata” y precisamente por ser tan pequeño el clavo ocupaba menos espacio en las bodegas de ambas naves, con lo que la opulencia aumentaba cada día.

El 18 de diciembre de 1521, con las dos naves cargadas de clavo y otras especias, se dispusieron para zarpar de regreso a España. Sin embargo, ese mismo día se descubrió una vía de agua en la “Trinidad”, haciendo necesaria una larga reparación.

Los dos capitanes (junta de capitanes) a puerta cerrada en el camarote de la “Victoria”, se acordó que se separarían. “Pigafetta” se cambia de nave, pues no quiere esperar otros meses en las Molucas. Elcano informa a la armada en la ultima reunión conjunta en la playa de Tidore. – “Partiremos de inmediato y aprovecharemos los vientos del Levante; El mundo es un trompo” – murmuró Juan Sebastián. – “Ya lo hemos girado mas de la mitad. Terminemos el giro y llegaremos antes a casa”. — (R. Marin).

La “Victoria” parte el 21 de diciembre de 1521 con 47 europeos y 13 nativos tirodianos. Uno de ellos va de piloto para guiarlos por ese laberinto de islas. Habla algo de portugués y Pigafetta, quien va junto a el en la proa le hace preguntas por las islas que pasan. Aquella esta habitada por pigmeos; en esa otra viven caníbales; esa que ves allá los hombres tienen orejas enormes; la isla mas misteriosa es Ocoloro, donde solo viven mujeres fecundadas por el viento. Navegan sin parar y el año 1522 lo reciben a bandazos, guiñadas y escoras marcadas con una sensación entre miedo y esperanza.

Después de la isla de Mare arriban a Timor y además de aprovisionarse se quedan unos quince días. En el tiempo de espera Elcano y Albo (su piloto) estudian los mapas y las cartas de navegación. Constatan que en el océano Indico no habrá puertos para surtirse de agua y alimentos porque entraran de lleno a la demarcación portuguesa.

Siguiendo su intuición, porque ninguno de los dos ha navegado por esos mares, Elcano traza sobre el mapa una ruta imaginaria con el dedo índice hasta el cabo de la Buena Esperanza y le dice a Albo: — “esta será la parte mas difícil del trayecto” – asegura – “aquí se encuentran las zonas de navegación mas peligrosas del planeta y dicho cabo fue bautizado por Bartolomé Díaz como el Cabo de los Tormentos. ¿Lo sabia? “— Albo asiente y acota: — “por algo será”. — “lo lograremos doblar” – Asegura Elcano – y sigue trazando la línea imaginaria. Sube con el dedo índice hasta Sevilla, dejando un espacio amplio entre su dedo y la costa de África. (P. Cerdá).

Consiguieron víveres a la brava, por haber tomado de rehén a un comerciante de la vecina isla de Balibo y dos días después recibieron como botín de rescate, seis búfalos, una docena de cabras y otros tantos cerdos. Elcano libera al rehén y le regala restos de telas y algunos cuchillos de los pocos que le quedan. Aunque la transacción ha sido forzosa, las dos partes sientes que han ganado. Sacrifican los animales y salan la carne. Son los últimos preparativos para el largo trayecto hasta Sevilla.

El 11 de febrero de 1522 comienza la travesía que será de varios meses sin pisar tierra firme. Las primeras semanas navegan a “toda lona” (velamen completo) y con viento de popa; son los monzones de verano que denominaron de levante. Sortean algunas tormentas. Dejan a estribor Sumatra, Java y Bali y siguen hacia el suroeste aprovechando esos vientos. Orzaron hacia el sur y viraron hacia el suroeste y se internaron en una mar nueva e ignota. La “Victoria”, a los 42º de latitud sur, entra en una zona de aguas atorbellinadas en que chocan corrientes marinas y vientos provenientes de varias direcciones.

Los marinos los conocerán como los “40 Bramadores” (o “Rugientes 40”). El 7 de mayo de 1522, están a diez leguas del cabo de la Buena Esperanza. La maniobra de la nao se hace cada vez mas difícil. Apenas pueden avanzar. Suben a un monte de agua y bajan a un abismo en el próximo minuto. La Victoria desaparece y emerge con la quilla casi al aire. La voz dura de Elcano dirigiendo las maniobras apenas se escucha. Pasan muchos días con sus noches batallando contra el mar, con las escotillas cerradas para que no entre el agua bajo la cubierta y no se dañe el clavo. Apenas descansan. Todos los brazos son necesarios. También los del cronista. Es el momento mas peligroso del viaje. Las olas arrastran a dos grumetes. Otros tres marinos mueren extenuados y afiebrados en ese ambiente mojado. El mar no da tregua. “Solo hay una cosa peor que un mar embravecido: dos mares furiosos cuando se encuentran” (R. Marin).

Decide acercarse al cabo africano asumiendo el riesgo de encontrarse con carabelas portuguesas y allí, de pronto el viento cambia y entran en una calma que saben aprovechar. Doblan el cabo el 19 de mayo de 1522. Rumbo al mistral siguiendo la línea de la costa africana, aprovechando la corriente de Benguela, pero de lejos y comiendo solo arroz, pues la carne había sido botada al mar pues se pudrió por no salarla correctamente. De todas maneras, Elcano ordenaba un imposible: remontar África sin hacer escalas. Llegar a España sin tocar puerto alguno, pues Portugal era dueña de toda esta parte del mundo (Tratado de Tordesillas).

Fallecen por escorbuto Punzorol y Martin Magallanes (sobrino del difunto capitán) y ocho de los trece tirodianos. Pigafetta escribe en su diario que al tirar al agua los cuerpos, los cristianos flotaban boca arriba y boca abajo los de los nativos. (M. Obregón).

Al fin resuelto a convencer a los portugueses con solo 31 europeos y 3 aborígenes agotados abordo, que venía del Caribe Español, el 9 de julio entró Elcano a Santiago en donde hay una factoría portuguesa llamada “Ribera Grande” en las islas de Cabo Verde. Así fue y envió una embarcación con 13 tripulantes para traer víveres y no decir de donde venían. Llegaron con bastimentos y agua y pretendieron hacer lo mismo al día siguiente, pero seguramente fueron a pagar con especias y fueron denunciados y apresados. Cuando Elcano se da cuenta que vienen dos carabelas hacia ellos, apresuradamente decide “levar anclas y soltar trapo” el día 13 de julio con los 22 que quedaban abordo y corrió hacia las Azores; otro mes espantoso casi sin comer y de paso las numerosas vías de agua amenazaban constantemente hundir la “Victoria”. El 28 de julio avistan Tenerife. Mueren otros cinco hombres y ahora son dieciocho europeos y tres nativos de Tidore los que se reparten la maniobra de la nao y las bombas de achique.

El 4 de septiembre con las velas medio rotas, el rumbo los había llevado, como lo anuncio Albo, habían remontado tanto el océano que estaban ya al norte del cabo de San Vicente. Portugal de nuevo. A tiro de piedra del inicio del viaje. Un esfuerzo mas. Una oración mas. Un dolor mas. A bombear, que ya habrá tiempo de descansar. El navegante vive para la mar. Nada mas es necesario.

Dos días después, amaneció el sábado 6 de septiembre del año de nuestro Señor de 1522. Detrás de un paño de bruma se alzó la costa y se abrió para ellos la desembocadura del gran rio de los moros. Eso de allí era “Bonanza”, el muelle de donde habían partido. La lengua de agua del Guadalquivir les mostro a babor las marismas donde miles de patos alzaban el vuelo. A estribor se divisó el castillo que ya habían olvidado. No hay duda, era Sanlúcar.

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