¿Líderes Exigentes o jefes complacientes mediocres?

Compartir en facebook
Compartir en twitter
Compartir en linkedin
Compartir en whatsapp

Exigencia o mediocridad

En los momentos de difíciles decisiones o bajo extrema presión, es cuando recordamos la exigencia y la reciedumbre de un verdadero Líder y no a los mediocres jefes complacientes.

Capitán de Fragata GUSTAVO ÁNGEL SANIN

Comandante del Batallón de Cadetes- Escuela Naval “Almirante Padilla

En 1986 me encontraba de TK haciendo curso en la Escuela de Superficie de Cartagena. Iniciamos mis compañeros y yo paralelamente el curso de buceo deportivo en la Escuela de Buceo y Salvamento. Mi “rana”1 fue el entonces Capitán de Corbeta Luis Francisco Chacón Peńa.

El curso fue excesivamente rígido. Nadar ida y vuelta del Club Naval a Tierrabomba, nadar con la rana intercambiando el regulador de aire varias piscinas bajo el agua, nadar desde la Base Naval al hotel Hilton con snorkel y devolvernos, bajar a pulmón libre a 10 metros bajo el agua, donde abajo nos esperaba un buzo obligándonos a hacer cualquier nudo, y en fin, cuestiones que siempre critique ya que me parecían absurdas y que mas bien veía como abuso lo que los suboficiales Jesús Delgado “Popeye”, Hernán Arévalo y Serna nos hacían a manera de desquite, al curso de oficiales “suiches”. El curso duró seis meses.

Fui trasladado a mediados de ese año, al buque oceanográfico ARC “Malpelo” donde me alegró mucho el saber que en dicha unidad estaba el Teniente de Corbeta Juan Carlos Roncancio, también hijo de oficial naval y con quien compartimos no solo desde niños experiencias en el barrio naval de Manzanillo de Cartagena, sino también en el barrio naval de “Tunjita” en Bogotá, donde fuimos vecinos. Es decir uno de mis viejos y mejores amigos de toda la vida.

A mediados de 1987 nos encontrábamos abordo efectuando un crucero en la isla de Providencia para realizar un estudio geomorfológico de la zona. El buque fondeó como es tradicional en la enfilación a las llamadas “Nalgas de Morgan”.2

El Comandante del buque, el Capitán de Corbeta Jorge Enrique Urbano Rosas, fondeó con dos grilletes en el agua3. La profundidad, 10 metros. Eran aproximadamente las ocho de la mañana y se formó lo que mi padre muy decentemente llamaría como un “Charlie Papa” (CP)4. Esto hizo que el buque fuera garreando5 y de un momento a otro, al llegar el ancla al borde del abismo del lecho marino, la cadena que probablemente no fue bien amordazada y asegurada, se lascara completamente saliéndose por la gatera6 los 7 grilletes de cadena completos que tenia el ancla de babor.

El cabrestante no pudo con el peso de la tonelada del ancla, más el peso de los 192.5 metros de cadena a la pendura7 y no pudo ser recuperado. El comandante se vio obligado a mantenerse a la deriva pues no podía acercarse a Providencia con esa longitud de cadena colgando ya que se corría el riesgo de perder el ancla.

líder

El viento venía del 080; con el pasó del tiempo la unidad fue empujada a unas 8 millas al oeste de Providencia donde la profundidad era de unos 1800 metros. Mi teniente Roncancio se me acerca y me dice: Gustavo, le dije al Comandante que tu y yo éramos buzos, así que bajaremos a 30 metros de profundidad y engrilletaremos los primeros treinta metros de cadena a una guaya que mediante un aparejo hará un recorrido hasta el winche de popa y se izará la cadena de 30 metros en 30 metros.

Me dio miedo (mas no lo exterioricé) eran 1800 metros de profundidad!!. Procedimos juntos a llenar los tanques. 3000 libras de presión. Listo. A cambiarnos y al agua mar !.

Nos lanzamos el ronqui”  y yo por la popa, costado de babor. La verdad es que no tenia miedo; SENTIA PANICO !!, sin embargo me controlé. Cruzamos por debajo delos 4,5 m de calado del buque hacia la proa y sentí una fortísima corriente que en realidad era relativa, ya que como el buque se encontraba permanentemente derivando hacia babor, abajo en el agua la corriente se sentía que iba hacia estribor. Nos aferramos a la cadena.

En repetidas ocasiones mientras bajábamos, miraba hacia los costados por si de pronto se aparecía un tiburón y en especial miraba hacia abajo: el azul del océano de tornaba cada vez mas oscuro y se perdía en la inmensidad. si me hundo acá, no me encuentra nadie”  pensaba.

 Ya en los treinta metros y cuando iniciamos el engrilletamiento del primer tramo de cadena a la guaya, Juan Carlos se soltó de la cadena y se fue alejando de mi. La corriente se lo fue llevando. Se hallaba a unos cinco metros de mi y a los 30 m de profundidad en que estábamos, le hice señas con las manos preguntando que le pasaba. De igual manera me respondió llevándose ambas manos al cuello, me indicaba que ESTABA SIN AIRE !!.

En fracciones de segundo o quizás máximo un par de segundos, me pasaron largas horas por mi mente. Si me suelto y voy a salvarlo, me ahogo con él. Mejor que se ahogue él y no los dos…” . Pasaron también por mi mente los recuerdos de los grandes momentos que pasamos juntos, como cuando disfrutábamos los juegos que había traído de Alemania cuando su papá estuvo en la construcción de los submarinos a mediados de los años setenta.

Finalmente pensé: “prefiero ahogarme con él, que vivir el resto de mi vida con el cargo de conciencia de no haber intentado salvarlo”.

 Me solté inmediatamente de la cadena y tomé una bocanada de aire de mi regulador. Se lo di al ronqui”  y se pegó a este como un ternero huérfano  a recuperar el aire que le faltaba, mientras yo hacia intentos por sujetarlo de la cintura, aguantando la respiración y pataleando para escaparnos de los treinta metros de profundidad en que estábamos, ya que nos aguardaba con la boca abierta ese azul profundo de mil ochocientos metros debajo de nosotros.

Cuando no pude aguantar mas la respiración y requerí de aire. Le trate de quitar el regulador a Juan Carlos; no me lo quiso devolver. El estaba fuera de sí, debido al aire que le había faltado. Empezamos a forcejear y paralelamente a hundirnos en aquella boca de color azul profundo. Logré quitarle el regulador y tomar aire. Juan Carlos no solo intentaba quitarme el regulador sino la mascara de buceo.

Le devolví el regulador y la escena inicial se repitió varias veces. Así transcurrieron varios ciclos entre los cuales le logré desabrochar el cinturón de pesas, este se perdió en la inmensidad de las profundidades, hasta que finalmente logramos regresar a la vida, a la superficie.

El buque estaba a unos 50 metros de nosotros, mostrando su costado de estribor mientras la tripulación del buque oceanográfico se hallaba pendiente mirando hacia el mar por el costado de babor; lugar donde estaba el ancla a la pendura. Mientras, Juan Carlos intentaba gritar tomando bocanadas de aire y yo sumergido lo tomaba por la cintura para mantenerlo a flote.

Finalmente logro gritar ¡AUXILIO!  . El Teniente de Navío Fabio Cuello, segundo Comandante, vio a Juan Carlos y ordenó lanzar un anillo salvavidas, el cual como un frisbee cayó al mar realmente lejos.

El Suboficial Tercero Cesar Pinto sin dudarlo, se lanzó al agua desde casi 6 metros de altura, llegando a recuperar el anillo salvavidas, para dárselo posteriormente a Juan Carlos quien inmediatamente se aferró a el.

El bote motor del buque se hallaba fuera de servicio, por lo tanto, el Comandante ordenó arriar La Lapa;  una lancha fuera de borda de 18 pies que mi suegro me prestó para el viaje. El motor de 75 HP era mañoso y no pudieron prenderlo, solo yo le conocía la maña para arrancarlo. El CP”  había amainado pero muy lentamente el buque a la deriva seguía alejándose de nosotros.

Sin pensarlo más y con el equipo de buceo a espaldas procedí a nadar rápidamente hacia la lancha que estaba al costado del buque, al llegar de una me subí a ella, procediendo a arrancar el bote y regresar donde Juan Carlos; subirlo a la lancha para finalmente retornar al buque donde de emergencia lo llevaron a Enfermería.

Todo esto con los tanques, las pesas y el equipo colocado, pues no había tiempo que perder. Fue ahí donde entendí lo que es la adrenalina que bota el organismo en momentos de apremio. Mas tarde meditando sobre las enseñanzas de esa experiencia, concluí: No fui yo quien le salvó la vida al Teniente de Corbeta Juan Carlos Roncancio ..fueron los suboficiales Serna y Popeye”  quienes con su recia exigencia en el entrenamiento del curso de buceo, NOS SALVARON LA VIDA A LOS DOS!

A ellos mis agradecimientos.

líder
Durante la juventud se es impulsivo y enérgico, somos dados a tomar las cosas a la ligera. Criticamos (como me ocurrió a mí) a aquel que nos exige al máximo, mediante una rigurosa disciplina. El liderazgo no puede ser un concurso de popularidad. Si usted no quiere ofender a nadie o desea que todo el mundo lo quiera, es decir quiera estar bien con todos y no tomar decisiones firmes, fracasará. Quien pretenda estar bien con todos sus subalternos estará laborando en la mediocridad. De hecho un combatiente bajo el rigor de la guerra se acordará con agradecimiento de aquellos verdaderos líderes que lo forjaron con reciedumbre y no de aquellos superiores que fueron complacientes, magnánimos y permisivos.

1 Compañero permanente que por seguridad se asigna para bucear siempre en parejas.

2 Montañas de el norte de Providencia también llamadas “Split Hill” y que están partidas en dos. De ahí su nombre.

3 Un grillete de cadena equivale a un tramo de cadena 15 brazas es decir 27.5 m. Según Tratado de Maniobra – Barbudo.

4 Culo de Pollo”. Especie de vendaval pero que ocurre en las aguas del Trópico y se levanta con fuertes vientos de un momento a

otro.

5 Garrear: acción de arrastrarse el ancla por el lecho marino cuando no se ha agarrado firme al fondo.

Tambien te puede interesar

10 de octubre día del veterano

Desde la Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro de las Fuerzas Militares ACORE, rendimos homenaje a nuestros Asociados y a todos los

Seminario: Voces del Mar

En nombre de la Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro de las Fuerzas Militares – ACORE, extendemos una cordial invitación a todos

Un comentario

  1. Esta situación de supervivencia de los dos oficiales, hace recordar la severa enseñanza que recibimos los que participamos en los diferentes cursos de combate en las escuelas de formación y decía: EL ENTRENAMIENTO DEBE SER TAN FUERTE QUE LA GUERRA SEA UN DESCANSO.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *