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EDITORIAL
La España de 1600 siempre miró con escepticismo político y social a estas nuevas tierras descubiertas por Colón y solo vio un botín, como en el caso de Potosí en Perú. En la Nueva Granada, la Encomienda y otras figuras de explotación indígena permitieron a los peninsulares acumular riquezas y de alguna manera ayudar a su Rey. Fueron años de despojo, de acuerdo con las leyes imperantes en el momento.
7 de agosto de 1819, las tropas neogranadinas bajo el mando de Simón Bolívar, derrotaron a las de José María Barreiro, arrestado por el palafrenero Pedro Pascasio Martínez y uno de sus juveniles amigos. En Santafé, el Virrey Juan de Sámano tan pronto supo de la derrota, en vez de fortalecerse y resistir el previsible asedio patriota, decidió precipitadamente huir por el río Magdalena, vía Honda, hacia Cartagena de Indias. Se consumaba de esta manera la expulsión de los realistas, años después de una reconquista sangrienta y sin futuro, de un Régimen del Terror a cargo de Pablo Morillo.
Con más de 100 militares del Ejército realista muertos, 53 heridos de gravedad, 1.600 prisioneros y cualquier cantidad de pertrechos decomisados, el 7 de agosto de 1819 se ha consagrado por los militares colombianos como día del Ejército, en conmemoración de tan luctuoso momento histórico.
Mientras ese pasado histórico se entiende como la base de nuestra cultura criolla, el mismo 7 de agosto de cada cuatrienio un nuevo presidente se posesiona y recibe los honores de los soldados bicentenarios.
El domingo 7 de agosto de este año no fue diferente a la tradición, aunque algo si cambió en el simbolismo del nuevo mandatario: la espada de Bolívar, ante la cual, miren que coincidencia, el rey de España, Juan Carlos de Bordón, no se puso de pie como exigirían el protocolo y la etiqueta.
¿Seguirán viéndonos los españoles como lo que somos, una nación subdesarrollada de
servidores, cipayos o naboríes?
La espada del Libertador, robada por el M-19 en 1994 de su urna en la Casa de Bolívar en Bogotá, ha sido un permanente recuerdo de que, como diría Santander: “las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad”, aunque aún seguimos sin leyes serias.
