Por: Coronel (R) José Obdulio Espejo
Tomado de : https://www.elespectador.com/colombia-20/analistas/improvisando-la-paz/#google_vignette
Opino que la paz no tiene orilla ideológica, mucho menos color político. Bajo esta mirada, cualquier iniciativa que se adelante en Colombia en este sentido siempre será de buen recibo. El problema está en no trazar claramente aquellas líneas rojas que jamás se deberían cruzar.
Soy un convencido de que la mayoría de los colombianos concebimos la paz como un anhelo y un propósito que hace parte de aquellos intereses superiores del país. De ahí que su arquitectura no es una tarea exclusiva del Ejecutivo o de cualesquiera de las otras dos ramas del poder público, mucho menos monopolio del partido de Gobierno.
Imperdonable, entonces, que la arrogancia y la soberbia del presidente Gustavo Petro no le permita ver más allá de sus narices, a tal punto que él y sus funcionarios tilden de enemigos de la paz a aquellas figuras públicas e instituciones que se atreven a señalar las falencias de su proyecto bandera, la Paz Total.
Seguramente, la impotencia del actual mandatario de los colombianos alcanza índices insospechados, pues no debe ser fácil el observar cómo su convocatoria nacional para hacer realidad el artículo 22 de la Constitución Nacional se diluye en las artimañas de aquellas organizaciones que, en teoría, aceptaron su llamado.
Es frustrante para él que el ELN, por ejemplo, registre seis presuntas infracciones al acuerdo de cese al fuego bilateral recientemente suscrito. Si no hubiese sido por el desliz con la prensa del comandante de las Fuerzas Militares, general Helder Giraldo, los colombianos de a pie jamás nos hubiéramos enterado de este desaire eleno a los esfuerzos de paz.
Lo realmente grave en este asunto es que, desde algunos sectores del Gobierno –incluidos sus habituales áulicos–, las críticas se enfocaron en el hecho de que el uniformado violó los protocolos consignados en el acuerdo alcanzado entre las delegaciones del Gobierno y el ELN en La Habana. Allí aparece explícito que el único portavoz autorizado para estos temas es el delegado de la ONU ante el Mecanismo de Monitoreo y Verificación (MMV).
Pero lo cierto es que Jennifer Wright, vocera del MMV, ha brillado por su ausencia en estos momentos cruciales. Claro está, como viene siendo costumbre en los funcionarios de la ONU encaramados en la paz, sólo se les ve cuando hacen anuncios públicos si estos les resultan convenientes o responden a intereses amañados en los procesos que acompañan. ¡Gracias general Giraldo por su franqueza con el país!
En esta historia, la desfachatez elena no conoce límites. Tras verse al descubierto, Pablo Beltrán, el representante del ELN en el proceso de diálogo con el Gobierno, aseguró que existe una ofensiva contra la mesa de diálogo y el cese al fuego bilateral. Este bombardeo al proceso, según él, se da desde lo armado con “grupos paramilitares” y lo mediático con “noticias falsas”.
Con las disidencias de las Farc, el camino tampoco está tapizado de rosas. Entre los autodenominados Estado Mayor Central (EMC) y Frente 33, ya se han cobrado la vida de un soldado y cuatro policías y ocasionado heridas a otros ocho uniformados del Ejército Nacional, en acciones de fuerza registradas en menos de una semana en Cauca y en el Catatumbo.
La lógica de estas estructuras de corte y talante mafioso –porque suena estúpido calificarlas de subversivas o guerrilleras– raya con el cinismo: mostrarse fuertes con la intención de sentarse a negociar con el Gobierno un nuevo cese al fuego bilateral. Esta es una verdad de Perogrullo, así el mismísimo Camilo González Posso, jefe negociador del Gobierno con el EMC, diga lo contrario y califique de absurda esta tesis.
La cereza del pastel en este espinoso e improvisado camino hacia la Paz Total la colocó el ministro del Interior, Luis Fernando Velasco. El funcionario arremetió contra los gobernadores del país, quienes, a través de la Federación Nacional de Departamentos, se han unido en una sola voz para cuestionar la desconexión de la Casa de Nariño con la ola de violencia e inseguridad que agobian a las regiones y sus gentes.
En consecuencia, la Paz Total navega en un mar de confusiones y su timonel, Damilo Rueda, improvisa en cada milla que recorre, eso sí mientras se muestra condescendiente con los responsables de asesinar soldados y policías, colocar carros bomba, secuestrar ciudadanos e intimidar a la población.