La verdadera historia de Allende

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Por: Teniente Coronel (R) Gustavo Roa / miembro de ACORE

Tomado de: https://lalinternaazul2.wordpress.com/2024/09/20/la-verdadera-historia-de-allende/

“Un dato eminentemente histórico, que reúne casualidades, las cuales no se pueden repetir y las debemos evitar a toda costa, primero la libertad y la democracia”…

Nelson Albino Jr., es un destacado periodista independiente puertorriqueño que, a través de un trabajo histórico, nos ilustra, sobre la verdadera personalidad de Salvador Allende, otro de los hipócritas “pilares socialista latinoamericanos”, que han llevado, sin atenuantes a varios países, de este lado del continente, al más gigantesco caos social, económico y político, apoyados en una dialéctica victimizante, pero además mentirosa, falsaria y de mala fe.

Cuando leemos con detenimiento, algunas de las frases, expresadas por Allende y relacionadas por el periodista Nelson Albino, nos asiste una profunda preocupación como colombianos, pues la similitud comportamental de Allende y Petro, nos da un increíble símil, que nos lleva a reflexionar con detenimiento, cómo podemos evitar recorrer el doloroso camino, que logró consolidar, Fidel Castro en Cuba, Chávez y Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua.

En alguno de sus apartes, nos señala Albino lo siguiente: “Cuando hablamos de Salvador Allende, el presidente socialista que tuvo Chile, solo hablamos lo que sucedió a partir del 11 de septiembre de 1973 en adelante, pero nunca hablamos de los casi 3 años que Salvador Allende estuvo en el poder y cómo fueron los antecedentes, sobre la forma como llegó a la presidencia de Chile”.

El pasado 11 de septiembre, fue el aniversario número 51 del golpe militar encabezado por Augusto Pinochet, que derrocó al presidente socialista de Chile Salvador Allende. Recientemente, y un hecho que pasó inadvertido para muchos colombianos y es que Petro recibió a funcionarios del gobierno de Chile, los cuales obsequiaron un cuadro, con la figura de Allende, el cual fue instalado por instrucciones del mismo Petro, en uno de los principales corredores, de la Casa de Nariño, representando esto, una afrenta más, que Petro ha realizado en contra de la integridad de la democracia colombiana.

Como todos los 11 de septiembre, cuando llega esta fecha, la izquierda, utilizando esa fastidiosa dialéctica victimizante y quejumbrosa, no desperdicia esta oportunidad para recordarnos las “violaciones de derechos humanos” cometidos durante el régimen, de la junta militar, liderada por el General del Ejército Augusto Pinochet Ugarte, pero en cambio omite las razones, por las cuales el pueblo chileno presionaba a sus fuerzas militares, para un cambio inmediato de gobierno.

Lamentablemente la historia, siempre ha sido manipulada por el socialismo e izquierda latinoamericana, ésta se da a conocer de manera fragmentaria, con un siniestro propósito, qué consiste en que se conozcan verdades a medias, manipuladas o simplemente se oculte con infames propósitos, la verdad exacta. Esta trampa sicológica, practicada desde la creación de la Unión Soviética, y el levantamiento de la “cortina de hierro”, consiste en mantener el engaño, la falsedad y la mentira, como premisas ideológicas, tal como lo enseñó Stalin.

Para conocer, algunos detalles de la vida y del ejercicio de Allende como presidente de Chile, tenemos que viajar al pasado, específicamente al año 1970, año en el que se celebraron las elecciones presidenciales, en las cuales Salvador Allende ganó, no por mayoría plural y amplia del voto, sino por decisión del Congreso Nacional de la República de Chile.

Señala Albino: “En aquella elección se postulaban a la presidencia de la república: Salvador Allende de la coalición marxista llamada Unidad Popular, el candidato independiente respaldado por la coalición de centro-derecha del Partido Nacional y la Democracia Radical, Jorge Alessandri y Rodomiro Tomic, perteneciente al Partido Demócrata-Cristiano, un partido político de centro-izquierda.

El resultado de los votos de aquella elección fueron los siguientes: Allende, obtuvo 1’070,334 votos para un 36.61%, Alessandri con 1,031,159 votos para un 35.27% y Tomic con 821,801 votos para un 28.11%.

La ventaja de Allende sobre Alessandri fue de apenas 39,175 votos o sea el 1.34% lo que significaba, que la elección había sido cerrada y que Allende no obtenía el apoyo suficiente del pueblo chileno, ni la mayoría absoluta determinada de acuerdo a la Constitución de ese país, lo cual hacía necesario que la elección, entre Allende y Alessandri, pasara a decidirse en los hemiciclos del Congreso Nacional a pesar de acciones adelantadas por la extrema derecha chilena, contra la previsible decisión del congreso.

Tomic, sin duda alguna, jugó un papel fundamental que benefició a Allende, ya que dividió los votos de los anti-Marxistas que no querían a Allende, pero que tampoco eran electores de derecha. Sin Tomic en la papeleta, esos anti-Marxistas hubieran votado por la coalición de centro de Alessandri y el resultado de las elecciones hubiera sido otro”.

Una vez analizados los datos anteriores, señalados por Albino, se puede identificar una similitud impresionante con el proceso electoral, ocurrido hace dos años en Colombia.

Recordamos los colombianos, que cuándo todas las encuestas realizadas en el país, sobre las elecciones del 2022, adelantadas cuidadosamente por diversas firmas especializadas, daban por casi seguro ganador a Federico Gutiérrez, candidato del centro derecha, fundador del movimiento, “visión de país”. Según las encuestas, el triunfo de Gutiérrez era casi seguro y por un amplio margen sobre los otros candidatos. Pero una astuta estratagema política, muy bien craneada por la izquierda colombiana, colocó en el camino a Rodolfo Hernández, quien finalmente jugó el papel de “alfil político”, favoreciendo sin atenuantes, la elección de Petro, esta sagaz artimaña política, sacó de la contienda electoral a Federico Gutiérrez.

Regresando a la historia chilena, escribe Albino; “la candidatura de Tomic dividió los votos, lo que sin duda alguna llevó a Allende a aquella victoria por escaso margen, pero fue Tomic en persona quien le entregó la presidencia en bandeja de plata a Allende, al pedirle a los parlamentarios de su partido que votaran por Allende cuando la elección se decidiera en el Congreso Nacional, lo que eventualmente ocurrió.

Al mismo tiempo que Tomic les pedía a los parlamentarios de su partido que votaran por Allende, este amenazaba a los parlamentarios con violencia política masiva si los parlamentarios no votaban por él, llamando a los colectivos y a los trabajadores a tomar por la fuerza los medios de producción del país si el Congreso terminaba escogiendo a Alessandri”. La anterior es una actitud muy similar a la que hemos vivido en Colombia, con las amenazas ocurridas durante el gobierno de Petro.

Aquí vemos la primera prueba del verdadero rostro de Allende, el hombre hecho mártir por la izquierda internacional, pero animado por un inevitable espíritu golpista y autoritario, incluso antes de posesionarse.

Eventualmente, como lo escribe Albino, “los parlamentarios Demócratas-cristianos que decidieron hacer caso al llamado de Tomic, un candidato que 71.88% del electorado no apoyó, terminó obsequiando la presidencia a Allende, sin consultarle al 34.9% de los chilenos, que ellos representaban en ese Congreso Nacional”.

El período presidencial de Allende se caracteriza desde este momento, en uno de los más corruptos de Chile, además de las amenazas constantes en contra de los opositores a su siniestro proyecto de gobierno. Chile era un país acostumbrado la relativa transparencia de sus gobernantes. Con Allende, esta costumbre termina y la situación social, económica y política entra con el tiempo, en grave crisis institucional, mientras Allende, solía hacer referencia a su deseo personal, por sacar adelante objetivos populistas e inalcanzables.

La presidencia de Allende fue ratificada, después que el mismo accediera a firmar un “Estatuto de Garantías Constitucionales”, como promesa y garantía popular, prometiendo con su firma, nunca alterar ni violar la Constitución de Chile, promesa que eventualmente rompió. La anterior es otra similitud, con lo que está ocurriendo en Colombia, donde incluso Petro se atrevió a manifestar que firmaba sus promesas sobre mármol, y que no pretendía cambiar la Constitución ni mucho menos ser reelegido. El ”alfil político” en el cual se convirtió Tomic en Chile, es muy parecido a la labor que cumplió Rodolfo Hernández en Colombia.

Inmediatamente Allende llegó a la presidencia, Chile cayó de manera estrepitosa, en un caos económico y social, afectando la producción interna, una de las más estables de la región, las importaciones y exportaciones y el comercio exterior, lo que llevó al país al borde de una guerra civil, con su imposición radical del Marxismo-Leninismo, a través de la nacionalización y colectivización forzosa de industrias y tierras, anota, Albino.

“Nuestra tarea es definir en la práctica la vía chilena al socialismo, un nuevo modelo para el Estado, para la economía, para la sociedad, centrado en el hombre, sus necesidades y aspiraciones”, decía Allende en sus discursos, con un tono beligerante y amenazante, en contra de la oposición democrática.

Con sus palabras de “vía chilena al socialismo”, Allende justificaba las expropiaciones de tierras a ganaderos, agricultores y campesinos, de igual manera la intromisión injustificada en el sector productivo privado, el fenómeno de la incontrolable devaluación de la moneda nacional, el control de precios y salarios, el desfalco de las arcas del estado, la rampante inflación, la escasez y el aumento sin límite de la deuda pública, el incumplimiento de promesas de campaña, la creciente insatisfacción del pueblo chileno, especialmente el que consideraba que con el gobierno socialista, los problemas del país se iban a superar, todo este maremágnum de imprecisiones y desaciertos, llevó al país a la quiebra.

“Les doy el ejemplo de Cuba, donde la organización del pueblo es ejemplar”, le decía Allende a los chilenos para justificar sus métodos y tratar de sostener su dialéctica populista, la cual defendía su ineficacia y su ineficiencia política.

“Han tenido que sufrir racionamiento incluso del azúcar, pero Cuba, en ocho o diez años más, será el pueblo con el más alto nivel social en América Latina”, decía hipócritamente Allende, para justificar la escasez y el racionamiento de alimentos, producidos en Chile, importados del exterior.

Nos describe Albino, que “Allende hablaba maravillas del régimen cubano, sin mencionar que Cuba era dependiente de otro régimen en decadencia, el régimen Soviético.

“Veo el Chile de Allende hace más de 40 años en el pasado y no veo ninguna diferencia con la Venezuela chavista del presente”, manifiesta Albino.

Estos parangones políticos, nos permite establecer la similitud de el Chile de Allende, con el camino que está recorriendo actualmente Colombia con Petro. Sin lugar a dudas, Chávez logró en Venezuela lo que Allende comenzó en Chile, así como Ortega lo inició en Nicaragua, afortunadamente para los chilenos, este proceso de depredación institucional, no pudo terminar, por la acción de un fenómeno político llamado golpe de estado y dado por Pinochet, que infortunadamente recurrió a la violencia en un principio, pero después restauró la economía de Chile, llevando a este país a convertirse en la Suiza de América Latina.

Anota Albino que “El Allende que se comprometió con el pueblo, a nunca violar la Constitución, pasó a llamar la carta magna chilena, una “constitución burguesa” lo que provocó que se enfrentara con las ramas judiciales y legislativas del país, enemistándose con los Demócratas-cristianos, los mismos que le entregaron la presidencia en bandeja de plata”.

Allende manifestaba en su gobierno lo mismo que manifiesta Petro en la actualidad “No soy el presidente de todos los chilenos, soy el presidente de la Unidad Popular”, mostrando a su vez sus tácticas divisorias y conflictivas para defender sus decisiones anticonstitucionales. Esta actitud de Allende, se convierte en un guion preconcebido por la izquierda latinoamericana y hoy, ejecutada por Petro en Colombia, de manera idéntica.

“Yo entiendo que Mao Tse-tung, como revolucionario, ha buscado destruir los elementos que estaban paralizando y neutralizando la revolución”, decía Allende, enviando un mensaje de alerta a quienes se opusieran a su mandato, citando a un líder que silenciaba a la fuerza, a todo el que se opusiera a su “revolución”.

“Estos elementos deben ser señalados y eliminados.”, decía Allende mientras presionaba para establecer una “constitución del pueblo” y un “gobierno del pueblo”, evitando ilegalmente los plebiscitos y referendos que exigía la que él llamaba, la “constitución burguesa”, permitiendo de esta forma, la realización de los “cambios” que él sugería.

Con la llegada de guerrillas marxistas a Chile, Allende amenazaba con violencia y terrorismo, a todo el que se opusiera a él y a su Unidad Popular, algo similar con los ingentes esfuerzos de Petro por estrechar relaciones con los grupos subversivos en Colombia, a través de una política de paz que arrodilla al Estado colombiano.

“El pueblo está preparado para quemar y hacer explotar este país desde Arica hasta Magallanes en una ofensiva heroica, liberadora y patriótica”, amenazaba Allende, haciendo alarde de cómo podía imponer la fuerza a través de guerrillas clandestinas.

No cabe duda que Allende no es el gran líder y demócrata latinoamericano, que la izquierda nos ha intentado vender, a través de la reconocida “filosofía del engaño”, aberrante práctica de esclavitud psicológica, implantada por la mayoría de los regímenes socialistas en América Latina.

Cuando analizamos con detenimiento la gestión política de Allende en Chile, y encontramos los grandes índices de corrupción, sostenidos a través de la delirante dialéctica amenazante, Allende se convierte en todo un dictador, con la careta de un carismático líder populista, que sostenía en la falacia y la mentira del cambio, solo un interés ideológico y personal.

Fue entonces cuando, a pesar de los esfuerzos por vías democráticas para superar la terrible crisis chilena, el pueblo chileno presionó a sus fuerzas militares y se tuvo que recurrir a una acción extrema, para qué estas, removieron del poder antes que fuera imposible por vía electoral, como ha ocurrido en Venezuela por tantos años.

Esperamos los demócratas de Latinoamérica, que estas acciones extremas por parte de las fuerzas militares, no se repitan en nuestra región, pero que los regímenes bien sean de izquierda o derecha, no se conviertan en férreos y peligrosos regímenes fascista y extremistas, como ocurre en Nicaragua y en Venezuela, que solo atienden intereses ideológicos, económicos y personales y no los del pueblo que erróneamente o no, los eligió. La democracia y el respeto, acatamiento y cumplimiento sin atenuantes, a la Constitución de los respectivos países, debe prevalecer, por encima de intereses extremistas, de políticos enajenados enamorados del poder omnímodo.

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